ACNÉ
Lo primero que hay que saber del acné es que NO se trata de un problema cosmético sino de una enfermedad.
Prácticamente todos sabemos identificar un caso de acné en cuanto lo vemos (en la oficina, en la escuela, en la calle, en el supermercado) y tal vez ese sea el motivo por el que todos creen saber como se trata y hasta de tener el remedio curativo. Lo real es que para manejarlo exitosamente se requieren conocimientos profundos de la anatomía y funcionamiento de la piel. Y ¿qué debemos entender como “manejo exitoso”?, pues justamente es disminuir al máximo el riesgo de cicatrices.
El tratamiento del acné depende de la severidad del mismo, del tipo de lesiones que predominan (inflamatorias o no-inflamatorias), de los tratamientos previos que haya recibido la persona…
La parte de piel que está afectada (enferma) es la unidad folículo-sebácea. Lo segundo importante que debemos conocer es que NO es un problema de infección, sino de inflamación.
El acné afecta al 90% de los adolescentes en mayor o menor severidad y cada uno de estos adolescentes lo vive de manera diferente, de manera que a alguien le puede resultar catastrófico su acné leve y visceversa, un acné muy severo puede no preocuparle a quien lo tiene.
Después de la adolescencia existe un 10% de probabilidad de quedarse con acné (acné del adulto).
También en los recién nacidos puede desarrollarse el acné pero esto es infrecuente. Cuando ocurre, aparece desde la 1er semana de vida y se quita espontáneamente 2 a 4 meses después. La razón es por el paso de hormonas maternas al torrente sanguíneo del bebé al momento del parto.
Existen algunos medicamentos que pueden favorecer brotes o empeoramiento del acné. Tales fármacos son: complejo-B, corticoesteroides, litio, valproato, suplementos de creatina.
Las zonas del cuerpo propensas a acné son las llamadas áreas seborréicas, es decir, cara, pecho y espalda. Sin embargo, podrían verse afectadas cualquier zona donde exista vello.